martes, 10 de julio de 2007

El ajedrez del Oriente


El juego de ajedrez que todos conocemos es en realidad una de las dos variantes históricas. Las reglas impuestas por los árabes que luego cobrarían una nueva dinámica en Europa constituyeron el Ajedrez Europeo o Ajedrez Occidental.
La segunda variante, el Ajedrez Oriental, incluye todos los juegos similares al ajedrez en países asiáticos como China y Japón.
Se cree que algunos de ellos tienen orígenes muy anteriores al de aquel "juego del ejército" del Valle del Indo, que habría sido la piedra fundacional de nuestro ajedrez.
Otros, por sus nombres y los movimientos de algunas de sus piezas, recuerdan inmediatamente a ese "chaturanga". En esta lista están el "chator" malayo, el "chandaraki" tibetano y el "shatara" mongol.


En la antigua China, el juego adquirió el nombre de "xiangqi" y hoy se es muy popular no sólo en su patria natal, sino también en Tailandia, Singapur, Taiwán y Vietnam.
En la mitad del tablero hay un río, sí, una línea horizontal que lleva ese nombre, y en cada lado hay un palacio, uno negro y el otro rojo.

Las piezas son dos torres (o carruajes), dos caballeros (o caballos), dos elefantes (u obispos o ministros), dos mandarines (o asesores o guardas), un rey, dos cañones y cinco peones. Ninguna se ubica entre casillas sino en las intersecciones de las líneas.

En Japón, el nombre del juego es "shogi", aunque no existe una sola versión sino diversas variantes. La mayor de ellas, Tai-Kyoku Shogi, se llegó a jugar en un tablero de 36 x 36 casillas con 402 piezas por lado.

La versión más conocida se juega en un tablero más pequeño, 9 x 9 casillas, y el jugador comienza con un rey, una torre, un alfil, dos generales dorados, dos generales plateados, dos caballeros, dos lanceros y nueve peones.

Todas las piezas tienen el mismo color y su "lealtad" está determinada por el lugar hacia adonde apuntan. "Lealtad" es un concepto fundamental en el shogi, ya que según estudiosos del juego, es la primera variante del ajedrez que introduce la posibilidad de cambiar de bando.
La pieza capturada al rival puede volver al tablero como pieza propia.

Según el estudioso David Pritchard, esta idea proviene la práctica común de los mercenarios en el siglo XVI, que cambiaban de bando cuando caían prisioneros.
El ajedrez oriental, como el occidental, también se nutrió de la vida común.

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