Para hablar de José Raúl Capablanca (1888 - 1942) se puede recurrir a las miles de historias, anécdotas y leyendas sobre el gran maestro cubano.
Se puede recordar su propia versión de cómo aprendió las reglas del ajedrez: a la edad de cuatro años mirando jugar a su padre, hasta que un día lo sorprendió moviendo incorrectamente uno de sus caballos.
O aquellos meses de 1909 en el Club Manhattan Chess de Nueva York, cuando un joven de 20 años cubano venció ocho veces (con una derrota y 14 empates) al estadounidense Frank Marshall, quien dos años antes había competido por el título mundial contra el alemán Emanuel Lasker.
O podemos avanzar dos años, cuando obtiene el torneo de San Sebastián, España, por delante de los grandes maestros Ossip Bernstein y Aaron Nimzovitsch, que habían objetado su presencia en el torneo ya que nunca había ganado un campeonato importante.
Ninguna biografía de Capablanca, por corta que fuera, puede ignorar el año 1921 en La Habana, cuando obtuvo el título de campeón mundial frente a Emmanuel Lasker. Un año antes, el alemán le había "entregado" el título, con la siguiente frase: "Usted lo ha ganado no por la formalidad del desafío, pero por su maestría brillante".
El otro año es 1927 y el lugar Buenos Aires. El cubano pierde su título ante el ruso nacionalizado francés Alexander Alekhine.
La rivalidad entre los dos jugadores será tan fuerte que en el torneo de 1936 en Nottingham, se enfrentan en un tablero y ninguno de los dos se queda sentado con el otro más de unos segundos. Mueven su pieza y se levantan hasta que su rival responda.
Los números también pueden ayudar a medir la grandeza de Capablanca. Entre 1916 y 1923 nadie logró vencerlo. En el total de su carrera, no sufrió más de 50 derrotas en torneos importantes.
Pero para nosotros, todo esto es un mínimo acercamiento para entender la vida del jugador cubano... es la movida de un peón en un tablero con todas sus piezas.
Se puede recordar su propia versión de cómo aprendió las reglas del ajedrez: a la edad de cuatro años mirando jugar a su padre, hasta que un día lo sorprendió moviendo incorrectamente uno de sus caballos.
O aquellos meses de 1909 en el Club Manhattan Chess de Nueva York, cuando un joven de 20 años cubano venció ocho veces (con una derrota y 14 empates) al estadounidense Frank Marshall, quien dos años antes había competido por el título mundial contra el alemán Emanuel Lasker.
O podemos avanzar dos años, cuando obtiene el torneo de San Sebastián, España, por delante de los grandes maestros Ossip Bernstein y Aaron Nimzovitsch, que habían objetado su presencia en el torneo ya que nunca había ganado un campeonato importante.
Ninguna biografía de Capablanca, por corta que fuera, puede ignorar el año 1921 en La Habana, cuando obtuvo el título de campeón mundial frente a Emmanuel Lasker. Un año antes, el alemán le había "entregado" el título, con la siguiente frase: "Usted lo ha ganado no por la formalidad del desafío, pero por su maestría brillante".
El otro año es 1927 y el lugar Buenos Aires. El cubano pierde su título ante el ruso nacionalizado francés Alexander Alekhine.
La rivalidad entre los dos jugadores será tan fuerte que en el torneo de 1936 en Nottingham, se enfrentan en un tablero y ninguno de los dos se queda sentado con el otro más de unos segundos. Mueven su pieza y se levantan hasta que su rival responda.
Los números también pueden ayudar a medir la grandeza de Capablanca. Entre 1916 y 1923 nadie logró vencerlo. En el total de su carrera, no sufrió más de 50 derrotas en torneos importantes.
Pero para nosotros, todo esto es un mínimo acercamiento para entender la vida del jugador cubano... es la movida de un peón en un tablero con todas sus piezas.
Por eso, dejamos a otros grandes maestros que nos cuenten quién era y cómo jugaba Capablanca:
· "Con su muerte, hemos perdido a un gran genio del ajedrez como tal vez nunca más veamos", Alexander Alekhine.
· "Es imposible comprender el mundo del Ajedrez sin mirarlo con los ojos de Capablanca", Mijaíl Botvinnik.
· "El estilo de Lasker es como una copa de agua clara con una gota de veneno. El de Capablanca es una copa de agua aún más clara, sin la gota de veneno", Jacques Mieses.
· "Capablanca fue el mejor porque no necesitó molestarse", Miguel Najdorf.
· "El ajedrez era la lengua materna de Capablanca", Richard Reti.
Y terminar con una frase del mismo Capablanca sobre el juego que tanto amaba.
"El Ajedrez sirve, como pocas cosas en este mundo, para distraer y olvidar momentáneamente las preocupaciones de la vida diaria".
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